
José Manuel Píriz, alcalde de Navasfrías
El alcalde que creció en la plaza del pueblo y hoy pelea para que siga habiendo niños en ella: “Esto no es política, es amor”
José Manuel Píriz se convirtió en alcalde de Navasfrías con sólo 28 años y su grupo de amigos de la infancia para que su pueblo no pierda ni su gente ni su voz.
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En Navasfrías (Salamanca) no hay semáforos, pero sí colegio. No hay atascos, pero sí frenazos en seco: en la población, en los servicios, en los presupuestos. Y, sin embargo, hay algo que no se ha detenido: la voluntad de quienes decidieron quedarse para que el pueblo no acabara como tantos otros, convertido en postal melancólica de lo que fue.
Uno de ellos, el más joven, el más expuesto, es José Manuel Píriz. Con sólo 28 años, se convirtió en alcalde. Hoy, con 30, aún escucha a diario que está loco por haberse metido en política. Su respuesta es clara: “Lo que sería de locos es dejar morir mi pueblo”.
A esa edad, otros están estrenando su primer contrato indefinido o, con suerte, comprando un piso. Él compartió papeleta con sus amigos de la infancia y se puso al frente de uno de los municipios más aislados de la provincia de Salamanca.
Porque Navasfrías, además de pequeño, es remoto. Pegado a la frontera portuguesa, encajado entre sierras, con inviernos que apagan la cobertura y veranos que multiplican por cinco la población. Es, para muchos, un lugar de paso. Para este joven alcalde, es el centro de todo.
“El viernes era el mejor día de la semana porque sabía que volvía al pueblo”, recuerda. Y lo dice sin impostura, sin esa épica impostada que a veces rodea lo rural. En su caso, fue tan simple como real: lo eligió. Y luego lo defendió.
Un Ayuntamiento formado en la plaza
La suya no fue una candidatura al uso. Ni fichajes, ni listas largas. Fue un grupo de amigos que decidió dejar de mirar desde la barrera. “Yo iba de alcalde, mi teniente alcalde es amigo desde niños, y el resto del equipo de Gobierno también lo son. Nos criamos juntos en esta plaza. ¿Quién mejor para intentarlo?”. Esa pregunta, en su momento, fue también una declaración de intenciones. Gobernar desde el arraigo, no desde la ideología.
Los primeros meses fueron un baño de realidad. El romanticismo desaparece pronto cuando lo urgente se impone: vecinos enfadados, administraciones lejanas, problemas técnicos que nadie resuelve.

Una mujer despeja la nieve en Navasfrías (Salamanca) ICAL
“Recuerdo mi primer invierno como alcalde. Una semana entera sin cobertura. Ni llamadas, ni mensajes, ni Internet. Nada. La gente no podía ni contactar con su compañía para reclamar, así que me venían a buscar a mí. Era desesperante. Y yo no podía hacer nada”.
Casi al mismo tiempo, otro problema dormido desde hacía más de diez años pedía paso: la parálisis total del aprovechamiento forestal. La venta de madera, que históricamente había sostenido gran parte del presupuesto municipal, estaba bloqueada por la aparición de una plaga en un pueblo vecino de Extremadura.
“Teníamos cientos de miles de euros atrapados en el monte. No solamente del Ayuntamiento, también de vecinos que habían invertido en pinos. No se podía mover ni un camión”. Entonces alguien se acordó de la frontera.
Portugal como vía de escape
En Portugal, todo el país está declarado como zona afectada por la plaga. Eso permitía enviar la madera al otro lado sin riesgos sanitarios. Y lo hicieron. El Ayuntamiento logró reactivar el mercado, enviar camiones a aserraderos portugueses y, para sorpresa de todos, conseguir incluso un precio superior al del mercado español. “Ese dinero salvó el año. Nos permitió respirar, pagar cosas que estaban pendientes y retomar proyectos como el de la residencia de mayores”.
Residencia que es, a día de hoy, la obra más simbólica de Navasfrías. Empezó a construirse hace seis años y ha ido avanzando con cuentagotas. “Cuando llegamos al Ayuntamiento, solo había una solera de hormigón. Un proyecto de millón y medio de euros con 200.000 gastados y ningún ingreso que lo sostuviera. Hoy, gracias a la madera, hemos podido invertir cerca de 300.000 euros cada año. No la acabaremos esta legislatura, pero la dejaremos encarrilada”.

Futura residencia de mayores en Navasfrías Cedida
Pero claro, encarrilar, en pueblos como este, es casi sinónimo de resistir. Y a veces también de reinventarse.
Veranos de vida, inviernos de silencio
Navasfrías cambia de cara según el mes. En agosto, la plaza se llena de bicicletas, risas y terrazas a reventar. “Hay días con más de cien niños en la calle, cinco bares funcionando a tope… parece otro sitio”, dice José Manuel. Pero todo eso se va con la primera ventisca de septiembre. Y llega el contraste: un pueblo en el que cruzar de un extremo a otro sin ver a nadie no es una excepción, sino rutina.
Esa diferencia brutal entre estaciones es más que un dato curioso: es una complicación constante para quien gestiona el pueblo. “Tenemos problemas con el agua, por ejemplo. El depósito no está pensado para aguantar una población que se multiplica por cinco. Hemos tenido que hacer cortes puntuales alguna noche porque no llegaba”.

Niñas y niños jugando en las calles de Navasfrías Cedida
Pero al alcalde no le tiembla la voz cuando lo cuenta. Porque para él, que vengan en verano sigue siendo una buena noticia. Lo que quiere ahora es que algunos se queden.
Y no es un deseo. Es un plan. Este año el Ayuntamiento ha creado 14 puestos de trabajo estables. Para un pueblo que ronda los 300 censados en invierno, es casi un milagro. “Teníamos miedo de no poder cubrirlos… y al final se han quedado cortos. Incluso ha venido gente de fuera a preguntar. Eso nos da esperanza”. Porque lo que no genera empleo, no fija población. Y sin gente, el resto da igual.
Minas, fronteras y batallas
Pero no todo es crecimiento y optimismo. Hay amenazas que sobrevuelan Navasfrías con fuerza. Una de ellas, los proyectos mineros que quieren implantarse en la zona. La postura de Píriz es tajante: “Estamos en contra. Totalmente. No porque estemos en contra de todo, sino porque este modelo no sirve. Te prometen desarrollo, empleo… y lo único que queda después es destrucción”.
Lo dice con datos. Hay municipios que aceptaron minas similares y donde la población, lejos de crecer, descendió. “Es un engaño. Ni genera trabajo estable ni dinamiza la zona. Y, además, en nuestro caso, afecta al agua que llega a Salamanca. Esto no es un problema solo de Navasfrías”.
Tampoco es una lucha individual. La oposición ha reunido a pueblos de Extremadura, de Castilla y León e incluso de Portugal. “Muchos piensan que por estar al otro lado de la frontera no les afecta, pero sí. Y se están sumando. Hemos hecho reuniones con alcaldes portugueses que también están preocupados. La raya nunca ha sido frontera emocional, y ahora menos que nunca”.
Un pueblo con memoria, futuro y una historia que no se cuenta
Navasfrías tiene algo más que montes, agua y casas de piedra. Tiene una historia común con los pueblos portugueses de la frontera. La de los sacos de café, de lana, de contrabando nocturno. “Nuestros abuelos cruzaban la raya de madrugada con veinte kilos en la espalda. Era su forma de sobrevivir. Había niños de 16 años que volvían con 10.000 pesetas en el bolsillo. Eso dejó huella”.
Esa mezcla de pasado y presente es la que Píriz quiere proyectar. “No podemos vivir de la nostalgia, pero tampoco podemos olvidarla. Es lo que nos conecta”.
Y para que esa conexión siga, hace falta gente joven. Niños en la escuela, vecinos nuevos en las casas que se venden en cuanto salen al mercado, familias que puedan quedarse todo el año. “Estamos viendo que muchos nietos están volviendo a comprar lo que sus abuelos vendieron. Algo está cambiando”.
La educación como legado: Manuel Ramos Andrade
Uno de los secretos que sostiene la estructura de Navasfrías se remonta a otro de sus hijos ilustres: Manuel Ramos Andrade, el anticuario que constituyó el núcleo principal del Museo Art Nouveau y Art Déco, ubicado en la Casa Lis de Salamanca. Lo que pocos saben es que parte de sus ingresos siguen destinándose, a día de hoy, a su pueblo natal.
“Gracias a su legado, los niños de Navasfrías tienen sus materiales escolares, el transporte al instituto, e incluso becas universitarias. Y no hablo de una ayuda simbólica. Hablo de que no compran ni una goma. Ni un cuaderno. Todo está cubierto. Y si luego quieren estudiar una carrera, también. Siempre que aprueben, claro”.
La historia no es nueva, pero sigue sorprendiendo a quien la escucha por primera vez. Porque Navasfrías no tiene catedral ni oficina de turismo, pero sí una fundación que apuesta por su gente desde la infancia. “Eso también es política, aunque no se haga desde un despacho”.
El futuro de la alcaldía
Cuando se le pregunta si piensa volver a presentarse, duda un segundo. No por cálculo, sino porque le cuesta hablar en futuro. “Siempre he dicho que estaré mientras la gente confíe en nosotros y yo siga teniendo la misma ilusión que tenía el primer día. Pero también tengo claro que mi vida está aquí, gobierne o no. Lo haré desde dentro o desde fuera del Ayuntamiento”.
A los que piensan que en los pueblos no hay nada que hacer, José Manuel les lanza una invitación sencilla y directa: que vengan un fin de semana, que respiren hondo, que se tomen un café en el bar y hablen con la gente.
Quizá no todos se queden, pero al menos habrán mirado de frente lo que muchos descartan sin conocer. Porque a veces, para encontrar futuro, hace falta volver al origen. Y en Navasfrías, alguien ya ha encendido la luz para que el camino no se apague del todo.